"A Different Man" (2024): La inconformidad con uno mismo es la peor enfermedad

Vertigo Films trae a salas españolas la esperada A Different Man, una sobria, pero memorable tragicomedia sobre la autoestima y la percepción que se tiene sobre los demás con unos dilemas morales dignos de reflexionar. 



“No soy un animal, ¡soy un ser humano!”. Esas palabras, pronunciadas por Joseph Merrick (John Hurt) en la eterna El hombre elefante (1980) de nuestro tristemente fallecido maestro David Lynch, suponen el momento cumbre de aquella terrible historia. En ese magnífico filme que logró al cineasta su primera nominación al Óscar, Lynch narraba la historia verdadera de “el hombre elefante”, una alma maltratada no solo por padecer el síndrome de Proteus, sino también por los estigmas, rechazos y vejaciones que su persona sufrió debido a la ignorancia y la falta de educación de los ciudadanos de aquella Londres victoriana y lúgubre.

45 años después del estreno de la ya mencionada cine llega a pantallas españolas este 31 de enero gracias a Vertigo Films la cinta A Different Man (2023), que plantea al espectador un interesantísimo debate: ¿y si Merrick pudiera haberse operado y no tener que lidiar con miradas constantes y malos tratos? La cinta llega tras un considerable recorrido por festivales, donde logró alzarse con el premio a Mejor Guion en el Festival de Sitges y consiguió dos galardones gracias al papel de Sebastian Stan, en los Globos de Oro y el Festival de Berlín, respectivamente.


Para comprender el germen de la creación de esta película hay que fijar la atención en su director y guionista, Aaron Schimberg. El cineasta neoyorquino, que nació con labio leporino, ya abordó el tema de la percepción del ciudadano promedio ante las caras no normativas en su ópera prima Go Down Death (2014). Es en su segundo largo, Chained For Life (2018), conocería a Adam Pearson, intérprete que padece de neurofibromatosis y el cual es clave para la génesis de A Different Man. Según Schimberg en una entrevista para Filmmaker, “visto de cierto modo, escribo este cine a modo de terapia”, afirmando que el cineasta evoca sus propias preocupaciones en su cine.



A Different Man narra la historia de Edward (Sebastian Stan), un actor principiante que sufre de neurofibromatosis, una enfermedad que le afecta profundamente no solo en un ámbito de salud sino a nivel social. Una vez se le presenta la posibilidad de someterse a una cirugía experimental y motivado por la inseguridad que siente, el hombre decide ir adelante con el procedimiento. Milagrosamente, Edward pierde todas sus malformaciones, pero pronto se dará cuenta de que la belleza puede tener muchas formas.


Ya La sustancia (2024) exploraba de manera magistral los cánones de belleza femeninos y la necesidad de sentirse atractiva eternamente con una transmutación body-horror grotesca. En A Different Man también se es testigo de una transformación con promesas de mejorar la vida del paciente, pero el verdadero terror viene de esa fealdad que Edward siente por dentro. En el medio New Yorker, Justin Chang escribió un interesantísimo artículo sobre la relación intertextual entre estas dos obras, podéis leerlo aquí.


Schimberg logra crear una obra que permite al espectador adentrarse en conceptos grises, sin pecar de burdas exaltaciones que machacan el mensaje del filme. Que los espectadores no esperen una historia de redención a lo Wonder (2017), con todo lo notable de esa cinta. Salvando las distancias, A Different Man toma más de obras como Más poderoso que la vida (1956), la ya mencionada cinta de Lynch e incluso hay pinceladas de lo que retrató Frankenheimer en la magnífica Plan diabólico (1966).


De la mano de una historia tragicómica, A Different Man retrata a un personaje esquivo e infausto como es Edward. El guion va rompiendo poco a poco las ideas preconcebidas del espectador, especialmente una vez que Oswald (Adam Pearson) aparece en pantalla. En A Different Man no hay escenas de exacerbadas subidas de tono ante una multitud que discrimina a un individuo, sino que son pequeños incidentes los que acaban por destrozar la autoestima de Edward, que acaba arrastrando incluso tras la operación. 



Este resquebrajamiento de su percepción sobre sí mismo hace que, eventualmente, no se sienta cómodo con su nueva cara. Dicha sensación alcanza su cenit en el momento en el que el protagonista conoce a Oswald, una persona que padece su misma enfermedad, pero que, antónimamente a su experiencia, este vive una vida llena de experiencias apasionantes, amores intensos y una actitud digna de aplauso. Edward repugna y es incapaz de aceptar la actitud proactiva de Oswald, que consigue lograr todo lo que él nunca pudo (o nunca se atrevió a hacer). Edward no tolera a Oswald porque este no deja de ser el reflejo no del propio Edward antes de la operación, sino de sus inseguridades más profundas.


Esta sensación sobrecoge al espectador y logra calar hondo, además de por un notable libreto, gracias a un excelente trabajo de dirección y fotografía, donde los planos confluyen continuamente con ligeros movimientos de cámara. Grabada en celuloide, Schimberg compone unas secuencias descorazonadoras y cómicas separadas por minutos de metraje, aunque en este aspecto radica uno de los aspectos mejorables del filme.


Lo que Schimberg pretende contar queda claro a un cuarto de hora de aparecer los títulos de créditos, por lo que las secuencias finales redundan sobremanera y entorpecen al ritmo de la cinta, al igual que ciertas elipsis temporales en su tercer acto. A pesar de ello, su plano final es de un poderío considerable y concluye satisfactoriamente la cinta.


La película no tendría un empaque tan contundente, además de por los aspectos técnicos previamente indicados, si Schimberg no hubiera exprimido perfectamente a su dúo protagonista, Stan y Pearson. Sebastian Stan, que está nominado en los Óscar de este año por The Apprentice, logra interpretar con mucha fuerza un papel nada sencillo, en el cual los matices son todo y donde el tempo narrativo permite al intérprete desarrollar sus emociones sin acudir a exageraciones y manierismos. Un papel muy comedido que se contrasta de maravilla con la carismática actuación de Adam Pearson, injustamente olvidado en las nominaciones de los premios de la temporada. Entre ellos dos se encuentra el personaje de Ingrid (Renate Reinsve), en el cual la actriz noruega interpreta de manera notable a un personaje recurrente en la vida tanto de Edward como de Oswald.



La banda sonora compuesta por Umberto Smerilli encapsula perfectamente la sensación de incomodidad del protagonista y constituye uno de los aspectos más destacables de la cinta. No podemos olvidar, como buenos amantes de los efectos prácticos, el portentoso trabajo de maquillaje que está nominado a Mejor Peluquería en los Óscar. El equipo, formado por técnicos como Michael Marino, ha creado unos prostéticos tremendamente realistas y que alcanzan momentos gloriosos como la secuencia del desgarramiento de la cara de Edward.


A Different Man se ha estrenado este 31 de enero en salas de toda España. Su ingeniosa mezcla de comedia y drama, liderada por las portentosas interpretaciones de Stan y Pearson, hacen de ella una propuesta sólida, enigmática y llena de capas en un mundo donde los grises son una rara avis.


Javi Ocaña Benítez


 


Director y jefe de redacción de Visto En 35MM.    
Amante del fantástico y apasionado de la escritura 
cinematográfica en todas sus vertientes.



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